viernes, 28 de mayo de 2010

FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD


LA SANTISIMA TRINIDAD
Juan 16, 12-15

Esta fiesta de la Santísima Trinidad nos introduce a la consideración del misterio del mismo Dios. Cuánto amor supone de parte de Dios el querer que sus hijos sepamos su secreto más íntimo, para que lo conozcamos cómo es por dentro. Pero entrar en el misterio de Dios es entrar en un océano en el que nos perdemos porque al entrar ahí vemos cuán imperfecto es nuestro pensamiento, nuestro lenguaje, nuestra lógica, todo.

Y sin embargo nuestro Dios amado es toda la verdad, es toda la realidad, es la esencia total de las esencias, desde la cual todo lo existente se hace posible, y desde el cual hay que entender e interpretar todo. Es que normalmente, para poder entender cualquier cosa, nuestro punto de vista somos nosotros mismos; desde nuestras propias experiencias, desde nuestros propios conceptos previamente elaborados entendemos todo lo demás: ése es el mecanismo que hace posible el conocimiento humano. Y al querer entender a Dios desde nosotros, comenzamos por un error esencial en la perspectiva, en el punto de partida, porque en realidad deberíamos hacer lo contrario: procurar entendernos a nosotros mismos desde Dios: El es el punto de vista, es el origen desde el cual se debe entender correctamente lo que hay de verdad, de belleza, de existencia en cualquiera de los seres, y especialmente en el hombre, que fue creado a imagen y semejanza de Dios. Y muchas veces el hombre piensa al revés, y al intentar conocerlo, desde los parámetros humanos, hace a Dios a su imagen y semejanza. Nosotros vemos las huellas de Dios en el mundo (en las maravillas de la naturaleza y especialmente en lo que es el ser humano), y así intentamos imaginar a Dios. Pero en realidad debería ser al revés, sólo podemos entender el mundo y a nosotros mismos viéndonos desde Dios. Esto es una utopía, y por eso al hablar de Dios solo podemos balbucear.

Este es un punto importante, sobre el que deberíamos pensar. Pensamos a Dios a nuestra imagen y semejanza. Incluso cuando tenemos una “buena imagen” de Dios, lo pensamos desde nuestros esquemas de conocimiento. Pero muchas veces tenemos una “pésima imagen” de Dios. Hay quienes se alejan de Dios por la imagen que ellos mismos se han hecho de Dios; porque han puesto en su pobre imagen de Dios, sus propias frustraciones, sus rencores, sus fracasos, sus decepciones; y así imaginan un dios cruel, lejano, indiferente; respecto del cual lo mejor es mantenerse lejos, y sobre todo, mantenerlo lejos de nuestro corazón.

En cambio el misterio de la Santísima Trinidad nos muestra lo insondable, lo deslumbrante, la infinitud de Dios mismo. Nos debe hacer caer en la cuenta que todas nuestras imágenes de Dios, aún las mejores, son inadecuadas: que Dios es más que todo eso, que es más Padre que todo lo imaginable, que es más Luz, que toda luz, que es más bondad, que es más justo, que es más misericordioso, que es más fuerte, que es mas, y mucho más. Nuestros conceptos, por el hecho de hacerlos, ponen un límite a lo que están conceptuando (nombrar algo es delimitarlo), y este Misterio, corazón de todo misterio, se sale de todas las delimitaciones, desborda todos los nombres y todos los adjetivos.

En El tiene todo centro nuestra Religión revelada por Jesucristo. Todo concluye en El, todo se deriva de El: en El tiene todo su origen y su fin. Por eso nosotros somos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; en la Santísima Trinidad comienza el misterio de la Eucaristía, pues la celebramos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y en la Trinidad concluye también la Eucaristía, y siempre que recibimos una bendición la recibimos también en el nombre de la misma Santísima Trinidad. Dios Debe estar en el principio y en el fin de todo acto religioso, y de todo acto humano, porque de hecho en El estamos sumergidos, en El vivimos; y deberíamos vivir no sólo en El, sino para El; así nuestro ser estaría de verdad centrado, y de lo contrario estaríamos

viernes, 21 de mayo de 2010

LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO


PENTECOSTES - FIESTA DEL ESPIRITU SANTO
Juan 7, 37-39
En todo el Evangelio de San Juan, especialmente en sus últimos capítulos, hay una revelación muy particular del Espíritu Santo. En la breve afirmación que hace Jesús en el párrafo que hoy se lee, se declara la relación que hay entre la fe en Jesús y la invasión del Espíritu Santo en el creyente. La relación entre Jesús y el Espíritu Santo, y entre la obra de Jesús y la obra del Espíritu Santo está muy subrayada en los escritos del Nuevo Testamento.

En el Nuevo Testamento hay una clara manifestación de esta extraordinaria realidad de lo que es Dios: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y además se nos hace conocer abundantemente la realidad y actividad salvífica del Espíritu Santo.

Especialmente podemos citar, a este propósito, a San Lucas. El conecta continuamente la actividad apostólica de Jesús con el Espíritu Santo. Desde que va a aparecer en este mundo: Jesús es concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; Jesús va cuarenta días al desierto conducido por el Espíritu Santo, igualmente se hace presente el Espíritu en su Bautismo. La actividad toda de Jesús está guiada por el Espíritu Santo. Destacar esta relación entre Jesús y el Espíritu Santo es precisamente una de las características del tercer evangelio. Jesús en cuanto hombre está lleno del Espíritu Santo, actúa guiado por el espíritu Santo, y así el Espíritu Santo produce la obra de la santificación en los que reciben el mensaje de Jesús.

En San Juan también hay muchas enseñanzas sobre el Espíritu Santo; en diversos momentos de este evangelio (como en el pasaje que leemos hoy en la Misa); y especialmente en todo el largo discurso de Jesús en la última Cena (este discurso abarca casi la cuarta parte del Evangelio de San Juan). Muchas cosas dice Jesús a sus apóstoles sobre el Espíritu Santo: que estará siempre con nosotros, que es el Espíritu de la verdad y nos enseñará todo, y nos hará entender todo. Es el Espíritu el gran Don que Cristo enviará de junto a su Padre; y cuando venga, dará testimonio de Jesús, y convencerá al mundo de su error y de su pecado. Ya en la primera aparición de Jesús resucitado a los apóstoles, empieza a comunicarles el Espíritu Santo, y precisamente en conexión con el poder de perdonar los pecados.

En los Hechos de los Apóstoles (el libro de los comienzos de la vida de la Iglesia) hay también una referencia continua al Espíritu Santo y a su actuación en los creyentes. Podríamos señalar su acción especialmente en tres momentos de gran significado: en la elección de Matías, para sustituir a Judas, para que el número de los DOCE se completara, tal como había sido desde que Jesús los eligió. Un segundo momento es el comienzo de la actividad de la Iglesia, el comienzo de la vida misma de la Iglesia, el día de la fiesta de Pentecostés, en que el Espíritu Santo invade a los apóstoles. Jesús les había advertido a los apóstoles que esperasen la venida del Espíritu Santo; con esta venida Jesús les hacía entrega de todo lo que el Padre había puesto en sus manos, para que los apóstoles continuaran su obra. La predicación de los apóstoles va seguida con frecuencia de la venida del Espíritu Santo a los oyentes. Es el Espíritu mismo el que produce el fruto y hace crecer a la Iglesia. Y un tercer momento importante que señala el libro de los Hechos sobre la actividad del Espíritu Santo en la Iglesia es el Concilio de Jerusalén en que se trataba de la misión de la Iglesia a los pueblos no judíos. Es el Espíritu Santo el que aclara la polémica suscitada entre los judaizantes y los provenientes del paganismo; se trataba en resumen de declar que la Iglesia fundada por Jesús no es una rama de la Religión Judía, no es un “remiendo nuevo en un paño viejo”.

Finalmente en San Pablo hay también abundantes enseñanzas sobre el Espíritu Santo. Se podría señalar especialmente todo lo que Pablo escribe en la Carta a los Romanos, en la primera de los Corintios, y en la carta a los Gálatas. Podríamos resumir todo lo que se dice ahí como la acción del Espíritu en los fieles, en lo siguiente: El Espíritu Santo habita en nosotros, El nos enseña a orar, nos impulsa a actuar con sus dones y carismas, ayuda a nuestra flaqueza, nos eleva para que actuemos espiritualmente.

Aunque he resumido sólo lo que dicen del Espíritu Santo, los Evangelios de San Lucas y San Juan y lo que dicen las cartas de San Pablo, pero todo el Nuevo Testamento está lleno de la presencia y la acción del Espíritu Santo.

Esto es lo que hoy celebramos en esta fiesta especial del Espíritu Santo, en este domingo de Pentecostés, con el que culmina la larga celebración durante cincuenta días de la Pascua Cristiana

viernes, 14 de mayo de 2010

LA ASENCION DE JESUS


ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Lc. 24, 46-53
Hoy celebramos la fiesta de la Ascensión del Señor, final de toda la etapa de la presencia de Jesucristo en nuestro mundo. Es el final de su vida en la tierra, y el comienzo de la actividad de los apóstoles. En esa circunstancia, antes de separarse Jesús les indica cuál ha de ser su tarea, para continuar la obra de salvación que El ha realizado: predicar la conversión y el perdón de los pecados, ser testigos ante el mundo entero de todo lo que ellos han visto y han vivido con Jesús, y finalmente esperar a que el Espíritu los revista de la fuerza de lo alto. A continuación se eleva al cielo, desaparece su presencia física, y empieza su presencia en la Iglesia: El mismo lo ha dicho: “Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo

La Ascensión es más que un “fenómeno”, no se trata fundamentalmente de un espectáculo de elevación por los aires. Esto no es lo fundamental de la Ascensión; lo fundamental es lo que nos dice el mismo texto del Evangelio: Jesús traspasa su misión, y los beneficios de la salvación, para que sean ahora los apóstoles y sus sucesores (toda la Iglesia) los que continúen esa misma misión y distribuyan esos tesoros de salvación que Jesucristo realizó durante su vida en la tierra. Esa misma misión de la que los mismos apóstoles han sido testigos.

Quizá podríamos imaginar al mismo Cristo en este momento de despedida, mientras sube al cielo, recordando y recapitulando todo lo que ha hecho durante su vida, en los distintos lugares: en Cafarnaún, en Nazaret, en Betania, en Jerusalén. Poco más de treinta años, enseñando a los hombres el amor de Dios, haciéndoles entender que Dios es Padre, que busca el bien de los hombres, que tiene una voluntad de salvarlos. Ha querido repetir hasta el cansancio, cuáles son los sentimientos íntimos de este Dios que ha amado al mundo hasta la locura. Y este hermoso anuncio del amor de Dios lo ha hecho transmitiendo palabras llenas de fuerza, con autoridad, palabras que llegaban al corazón de sus oyentes, que le miraban embelesados, sin cansarse nunca de oírle. Recordaba esas multitudes que le seguían, donde El depositaba esa hermosa semilla, que los corazones de los hombres (aun sin saberlo) deseaban recibir. Esos hombres se transformaban cuando se daban cuenta de que eran hijos queridos de un Padre bueno.

Recordaba, cómo se encontró con diversas personas que habían llegado al extremo de su oscuridad, cuando la enfermedad les hacían sentir miserables, apartados y excluidos de la tierra de los vivos (como los leprosos), cuando una pobre viuda había perdido a su único hijo; y tantas otras personas llenas de tinieblas y llenas de pecado. Y volvía a ver cómo con su acción cercana y curativa, empezaban a reverdecer, recuperaban la alegría de la vida. Era otra forma de transmitir a ellos y a los que eran testigos de esos prodigios de cariño, que Dios les ama, que Dios nos ama, y que quiere que todos se salven.

Cuántas cosas recordaba Jesús, al tener que dejar físicamente este mundo. Recordaba la admiración que sus oyentes sentían al oír sus parábolas, al recibir ese mensaje “nuevo” la “buena noticia”. Recordaba a aquellos amigos que le habían servido con tanta dedicación, a los pecadores que había purificado y liberado, recordaba a los pobres, para quienes siempre mostró su predilección, a los que El proclamó bienaventurados.

Y cómo no recordaría esos días trágicos de su muerte, en que quiso expresar que era nuestro querido amigo, pues nadie ama más que el que da la vida. Había cumplido a cabalidad la misión que el Padre le encomendó, y ahora la transmitía a esos hombres sencillos, en los que había depositado una fe esplendorosa, que lo habían dejado todo para seguirle, y le ponían sus propias vidas a su servicio. Confiaba en ellos, y les entregaba la gran misión de ir llevando la luz del Evangelio hasta los últimos rincones del mundo, y así

lunes, 10 de mayo de 2010

HIMNO DEL CONGRESO EUCARÍSTICO MARIANO 2010

1. Son tu Cuerpo y tu Sangre, Señor,
maravilla y prodigio de amor.
Alimento del alma, riqueza sin par, divino majar (bis).

EUCARISTÍA, DIVINO ALIMENTO,
CELESTIAL SUSTENTO PARA CAMINAR.
EUCARISTÍA, DIVINO ALIMENTO,
DON DEL CIELO PARA EL MUNDO ENTERO. SACRAMENTO, DIVINO MANJAR.

2. Anunciamos tu muerte, Señor,
proclamamos tu resurrección.
De tu altar recibimos la fuerza, el valor para la Misión (bis).

3. Sacerdotes, ministros de luz
consagrados por Cristo Jesús.
A sus manos desciendes al oír su voz, Cordero de Dios (bis).

4. En tu seno Jesús se encarnó,
Oh, María, Sagrario de Dios.
Pura, Llena de Gracia, Madre Virginal, Reina Celestial (bis).

CONGRESO EUCARISTICO MARIANO





Anuncio del I Congreso Eucarístico y Mariano de Lima 2010

“El I Congreso Eucarístico y Mariano es una respuesta a ese querer despertar a la Misión Continental (Aparecida, 2007), a ese retomar la dimensión misionera de la Iglesia de ir por todo el mundo”, pronunció el Cardenal Juan Luis Cipriani el miércoles 17 de marzo, durante el anuncio del I Congreso Eucarístico y Mariano de Lima 2010 a todos los párrocos, vicarios parroquiales, rectores de iglesias y capellanes de la Arquidiócesis de Lima.

El Arzobispo de Lima anunció que el I Congreso Eucarístico y Mariano 2010 (CEM 2010) se realizará desde el sábado 29 de mayo y concluirá el domingo 06 de junio, Solemnidad del Corpus Christi. Por ello, durante esa semana se vivirá un especial fervor a la Santísima Eucaristía y a nuestra Madre Santísima, la Virgen María, en toda la Arquidiócesis de Lima.

Asimismo, mencionó las actividades que se desarrollarán durante esta semana de gran fervor eucarístico y mariano, que incluyen un Encuentro Mariano (29 de mayo), un Encuentro con las familias (30 de mayo), un Simposio Teológico (del 01 al 03 de junio); un Encuentro con los empresarios y mundo de la cultura (04 de junio); un Encuentro con los jóvenes (05 de junio); y finalmente la Solemne procesión y solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (06 de junio).

Ante la presencia de más de 200 sacerdotes, reunidos en el auditorio del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo, el Pastor de Lima recordó que el CEM 2010 es un motivo para renovar esos planteamientos de salir y convocar a las familias y jóvenes. “Salgamos al encuentro de todos, convoquemos”.

“Faltan santos enamorados de Cristo, testimonios de Cristo. Este año sacerdotal hemos pensado hacer un esfuerzo, todos juntos en esta respuesta del I Congreso Eucarístico y Mariano 2010”, animó.

Finalmente, exhortó a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis a incluir en sus agendas parroquiales el cronograma de actividades del CEM 2010, para que estos grupos participen con gran fervor eucarístico en esta semana especial.

Recursos CEM 2010

La Oficina de Comunicaciones y Prensa del Arzobispado de Lima pone a disposición de los fieles el correo electrónico cem2010@arzobispadodelima.org como medio de comunicación para informar sobre las actividades del CEM 2010.

Afiche del I Congreso Eucarístico y Mariano (Documento en PDF)

Cronograma de actividades del I Congreso Eucarístico y Mariano

Oración por I Congreso Eucarístico y Mariano

Himno del I Congreso Eucarístico y Mariano




Sala de Prensa
Jr. Chancay Nº 282. Lima 1 Tlf. 203-7736
prensa@arzobispadodelima.org

domingo, 9 de mayo de 2010

PRESIDENTE ALAN GARCIA SUSCRIBIÓ DECRETO SUPREMO TBC



Presidente Alan García suscribió decreto supremo. Foto: Archivo.

Lima, may. 06 (ANDINA). El Ejecutivo aprobó hoy un plan estratégico que involucra las acciones de diferentes sectores y niveles del Gobierno en la lucha contra la tuberculosis a nivel nacional, el mismo que se aplicará entre los años 2010 y 2019. El decreto supremo por el cual se aprueba el plan señala que como parte de la política orientada a prevenir y controlar enfermedades infecto contagiosas para proteger la salud pública, es importante establecer un marco legal que facilite la lucha contra esta enfermedad.

En virtud de ello, el Plan Estratégico Multisectorial de la Respuesta Nacional a la Tuberculosis 2010-2019 dirige y orienta las acciones de prevención y control de esta enfermedad infecto contagiosa, acorde con las características de endema que presenta el país.

Asimismo, el decreto señala que para esta lucha es necesario dar una respuesta multisectorial orgánica que permita optimizar el uso de recursos y potenciar el accionar de los diferentes actores, lo que posibilitará articular respuestas desde el sector estatal, así como la coordinación entre la sociedad civil y el Estado.

El plan es aprobado por el Ejecutivo luego de haber sido prepublicado en el portal de internet del Ministerio de Salud durante 15 días útiles y ha recibido el aporte y comentarios de entidades públicas y privadas.

El decreto supremo en mención está firmado por el presidente de la República, Alan García Pérez, y por los ministros de Defensa, Rafael Rey; de Justicia, Víctor García Toma; de Trabajo, Manuela García; de la Mujer, Nidia Vílchez; y de Salud, Oscar Ugarte.
(FIN) NDP/GCO

LA PAZ EN LA IGLESIA

6° Domingo de Pascua (C) Juan 14, 23-29

LA PAZ EN LA IGLESIA

José Antonio PAGOLA.

En el evangelio de Juan podemos leer un conjunto de discursos en los que Jesús se va despidiendo de sus discípulos. Los comentaristas lo llaman "El Discurso de despedida". En él se respira una atmósfera muy especial: los discípulos tienen miedo a quedarse sin su Maestro; Jesús, por su parte, les insiste en que, a pesar de su partida, nunca sentirán su ausencia.

Hasta cinco veces les repite que podrán contar con «el Espíritu Santo». Él los defenderá, pues los mantendrá fieles a su mensaje y a su proyecto. Por eso lo llama «Espíritu de la verdad». En un momento determinado, Jesús les explica mejor cuál será su quehacer: «El Defensor, el Espíritu Santo... será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho». Este Espíritu será la memoria viva de Jesús.

El horizonte que ofrece a sus discípulos es grandioso. De Jesús nacerá un gran movimiento espiritual de discípulos y discípulas que le seguirán defendidos por el Espíritu Santo. Se mantendrán en su verdad, pues ese Espíritu les irá enseñando todo lo que Jesús les ha ido comunicando por los caminos de Galilea. Él los defenderá en el futuro de la turbación y de la cobardía.

Jesús desea que capten bien lo que significará para ellos el Espíritu de la verdad y Defensor de su comunidad: «Os estoy dejando la paz; os estoy dando la paz». No sólo les desea la paz. Les regala su paz. Si viven guiados por el Espíritu, recordando y guardando sus palabras, conocerán la paz.

No es una paz cualquiera. Es su paz. Por eso les dice: «No os la doy yo como la da el mundo». La paz de Jesús no se construye con estrategias inspiradas en la mentira o en la injusticia, sino actuando con el Espíritu de la verdad. Han de reafirmarse en él: «Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde».

En estos tiempos difíciles de desprestigio y turbación que estamos sufriendo en la Iglesia, sería un grave error pretender ahora defender nuestra credibilidad y autoridad moral actuando sin el Espíritu de la verdad prometido por Jesús. El miedo seguirá penetrando en el cristianismo si buscamos asentar nuestra seguridad y nuestra paz alejándonos del camino trazado por él.

Cuando en la Iglesia se pierde la paz, no es posible recuperarla de cualquier manera ni sirve cualquier estrategia. Con el corazón lleno de resentimiento y ceguera no es posible introducir la paz de Jesús. Es necesario convertirnos humildemente a su verdad, movilizar todas nuestras fuerzas para desandar caminos equivocados, y dejarnos guiar por el Espíritu que animó la vida entera de Jesús. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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MENSAJE A LAS MADRES POR PRESIDENTE CONFERENCIA EPISCOPAL


Conferencia Episcopal Peruana

“HE CONCEBIDO UN HIJO CON EL FAVOR DE DIOS”
(cf. Gn 4,1)
En este día muy especial, día de la Madre, saludo con respeto y veneración a todas las Madres del Perú.

La Iglesia, fiel a las Sagradas Escrituras, valora la riqueza de la feminidad propia de la mujer, que es dulzura, ternura, fidelidad, desprendimiento, generosidad y que halla su más profunda identidad en la maternidad.

La maternidad de la mujer en su esencia es apertura hacia Dios ya que expresa el gozo y la convicción de participar en el gran misterio de la eterna creación; del mismo modo es apertura al hombre, pues en el concebir y dar a luz al hijo, a través del don de sí misma, la mujer se realiza en plenitud.

La maternidad de cada mujer, no es solamente de “la carne y de la sangre” sino que la mujer es la primera formadora del espíritu del nuevo ser: una filigrana de corte humano y divino que nadie más que la Madre es capaz de realizar.

La maternidad es una maravillosa realidad que encierra el misterio de la vida hecha a imagen y semejanza de Dios, pues en el seno de una madre se unen cuerpo y alma para una eternidad, se forma un nuevo ser con un corazón creado para amar, con una libertad capaz de elegir y una inteligencia para dirigir los destinos de la humanidad.

Al reflexionar sobre la maternidad, pienso en la vocación de heroicidad que los tiempos actuales reclaman de las madres para ser protección de los niños pequeños, fortaleza de los hijos que crecen, guía de los hijos que se alejan y bálsamo de los hijos heridos. Por ello invoco a María Santísima, modelo de todas las madres, su asistencia, su protección y bendición para cada una de ellas.

Invoco, también, a los hijos para ser el consuelo y la alegría de sus padres, pues dice el Señor en la Biblia: “Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado tu Dios para que se prolonguen tus días y seas feliz en el suelo que tu Dios te dá” (Dt 5,16),

En este día, de modo especial, acompaño la soledad de las madres olvidadas por sus hijos, de las que se encuentran privadas de su libertad; acompaño a las que soportan la cruz de la enfermedad y a todas las que sufren heridas en su dignidad humana o maternal. Pido a todos volver el rostro hacia las madres que son víctimas de injusticias o de explotación, y a las que son victimas silenciosas de la violencia familiar.

Finalmente, acogidos bajo el manto maternal de María, la Madre de Jesús y de la Iglesia, invito a todos a elevar nuestras oraciones por las madres que están a nuestro lado y que nos alegran con su presencia amorosa, como también por las que ya gozan de la misericordia de Dios en el cielo y que siguen acompañándonos con su presencia invisible pero real.

FELIZ DIA DE LA MADRE

+ Hector Miguel Cabrejos Vidarte, OFM
Arzobispo Metropolitano de Trujillo
Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana